Son muchos los artículos, presentaciones y cursos que tratan sobre el mindfulness, el bienestar, la reducción del estrés, la gestión de las emociones, etc., en el entorno laboral.
Muchos de ellos centran su enfoque en los beneficios que estos programas pueden traer a la empresa: aumento de la productividad, reducción del absentismo laboral, mayor capacidad del trabajador en sus cometidos profesionales, consecución de objetivos, etc.
También enfatizan las mejoras para el propio trabajador en su vida laboral: aumento de salud física y mental, reducción del estrés y el agotamiento, mayor capacidad para alcanzar metas y retos profesionales, un equilibrio y estabilidad mental ante los desafíos diarios, claridad y visión en la toma de decisiones, etc.
Todas estas y muchas más, pueden darse como CONSECUENCIA de aplicar estos programas de bienestar en la empresa, pero no deberían ser la motivación correcta para llevarlas a cabo.
La VERDADERA MOTIVACIÓN, a mi entender, es que el trabajador es ante todo persona, ser humano y como tal tiene el derecho y la necesidad vital de tener un bienestar básico en su vida. Una persona con un nivel sano de bienestar en su vida, es mejor trabajador, compañero, padre/madre, amigo, etc.
A su vez, cuando desarrollamos un bienestar básico y esencial en nuestras vidas, este nos permite ser más empáticos, responsables, éticos y altruistas en nuestro entorno social, profesional o personal.
Si la motivación de la empresa es auténtica, ayudando a sus trabajadores a que desarrollen un nivel sano de bienestar en sus vidas, las consecuencias y beneficios de sus programas de bienestar, tendrán raíces fuertes y sanas.
Pero si la motivación se confunde con las consecuencias, el trabajador y el rendimiento empresarial serán más importantes que la persona en sí, y a medio y largo plazo los programas de bienestar no serán exitosos.
Artículo creado por Juan Brouilhet